El trabajo

 Hace mucho que no luchas?

La Noel lo miró desde el cuarto del fondo de sus ojos marrones. Cansada, como la cansaban los chabones.Y si, asi en gimnasio de boxing hace mucho que no lucho, le dijo. Desde la última cesárea, (los brazos flacos la delataban), desde el último laburo fijo también, se acordaba ahora, no había plata para comer, menos para pagar box. Adoraba el ring, ponerse los guantines y darle a bolsa sin piedad, se le había hecho duro todo ese tiempo sin poder descargar en la bolsa, el cuero rojo que tomaba la forma del enemigo del dia. Podía ser la patrona, la boleta de la luz que no pudo pagar, el padre que nunca conoció, la madre que apenas podía con su vida, las botellas de alcohol que le habían quitado a su hermana, el Rody, el que la seguía de noche silbandole cuando volvía al barrio. Todos los fantasmas de la Noel se morían en la bolsa del gimnasio. Mejor dicho, ella, los mataba a golpes.

Empezá con la bolsa más liviana, le dijo el instructor, hace cinco series de veinte golpes alternados derecha e izquierda. Después haces plancha, tres series de un minuto.

La cuerina dibujó al iniciar la serie, solo una cara: la del instructor. Le dió con todo hasta que se le acalambraron los nudillos. Buscó la colchoneta para ponerse boca abajo y empezar con la plancha. El minuto más largo de su vida. Así la puso el Rody esa noche, boca abajo, ella estaba mareada después de tanto alcohol y vaya a saber que más le agregó al vaso el Rody, hasta que la Noel perdió la fuerza y se dejó arrastrar a la cama mientras intentaba patearlo, no quiero Rody, dejame, pero no le salían las palabras, solo baba le caía, espesa mientras él, la violaba. Baba y lágrimas. Ahí se quedó embarazada de Sebastian, la última cesárea. En el segundo minuto de plancha se acordó de su abuela, la Nina, que la semana pasada le había pedido que le consiga un celular, o que le preste el suyo, para que lo querés Nina, le preguntó ella y la Nina le dijo al oído: el otro día llamé al amor de mi vida por teléfono, y cuando atendieron y escuché que era él, corte rápido, me hizo bien saber que no murió todavía. Entonces quiero llamar semana de por medio, para seguir controlando que no se muere, entendes. La Noel no entendía, no podía entender, nunca había tenido un amor de su vida. Le daba ternura su abuela, envidia. Ella solo había tenido los roces sucios, delictivos, con el hijo de puta del Rody, que encima no se lo podia sacar de encima porque vivía en la casa donde ella alquilaba la pieza, no se animaba a denunciarlo porque se quedaba en la calle, con Maurito y Sebastian. Tenía que concentrarse en mantener el minuto de plancha y el trabajo nuevo para poder irse lejos, soñaba todos los días la mañana gloriosa que iba a salir de la pensión de mierda con los pibitos y se iba a ir a la otra punta de la ciudad, a un departamento con balcon y dos dormitorios, y una cocina como la gente. Y una ducha que salga agua con buena presión y caliente.Termino la rutina con unos saltos de soga, por hoy suficiente, elongá Noel, le gritó el instructor desde el banco del fondo, elongá que mañana te va a doler todo. Todo le había dolido cuando decidió ligarse las trompas para ya nunca más darle hijos al asqueroso del Rody ni a nadie. Ella decidió que nunca iba a amar a nadie. Salió volando del gimnasio y llegó a la terminal de bondis, acomodó el bolsito con su ropa debajo del asiento. Se distrajo mirando las calles, los semáforos, los edificios, los bares, había gente en los bares, pero ella no era de las que tomaba cerveza en una mesita de la Plaza Serrano. Uno de los pasajeros de repente gritó, irónico: "pero este colectivo para en algún lado, o estamos todos yendo a la casa del chabon?". El colectivo se frenó de golpe. Los que venían parados quedaron a cuarenta y cinco grados. La chofer de pelo corto se levantó del asiento y lo encaró al pasajero. "Chabón, tu hermana", me llamo Noel.


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